petroglifos dejan huella de marialionza
Publicado: 19 Oct 2009 17:31
saludos hermanos y hermanas en la fe
el asunto es describir los lugares donde en yaracuy se encuentran petroglifos que desde hace 7.000 años describen a marialionza...
veamos un abre boca
El Valle de las Damas cree en su tierra como en sus leyendas
Yaracuy muestra sus secretos
por Dayana Figarella, El Nacional C/4, septiembre 7, 2003
Del estado surgen el elixir de la caña de azúcar, las naranjas y el maíz, y con esa fertilidad convive un submundo que no sólo hace honor a la mística montaña de Sorte. Las aldeas artesanales, las historias de la conquista y los senderos de aventura de los parques nacionales dan fe de que los yaracuyanos no quieren alejarse de la agenda turística venezolana
La primera estampa se nutre de la silueta infinita de verdes montañas y extensos valles que exhiben una interesante policromía. En ese instante, el "cantaíto" del hablar yaracuyano -que no debe confundirse con el guaro para no herir susceptibilidades - comienza a hacer de las suyas, y más cuando se trata de desentrañar lo que el territorio atesora y aún es desconocido por el viajero que poco sabe de sorpresas en la zona Centrooccidental del país.
"¡Ah mundo, muchacho!" y "soco vos" son expresiones coloquiales que se enganchan fácilmente al vocabulario del foráneo apenas se pisa un pueblo yaracuyano. Los habitantes no olvidan las tradiciones de los antiguos pobladores indígenas.
Así, poco a poco, van surgiendo las voces de su historia. "La bendición natural nos viene desde tiempos ancestrales. La palabra 'yara yara' significa coger agua y 'cui cui' allá lejos (coger agua muy lejos). Para la etnia Guaraní, el vocablo tenía que ver con 'el agua que caía del cielo en forma desmesurada", cuenta risueña Mercedes Solom, quien tiene más de 20 años como guía en el Parque San Felipe El Fuerte.
Cuestiones epistemológicas o de tradición, siempre habrá también quien apele a los recuerdos para calificar a este estado por la usual hermosura de sus mujeres: lo que se conoce como el Valle de las Damas.
Y basta con adentrarse en alguno de sus 14 municipios para sentir el pulso de su gente y su afición por estrechar lazos con sus dioses verdes -como muchos llaman a su naturaleza- y con la fertilidad del suelo, del que nacen caña de azúcar, café, maíz y naranjas. La variedad de sus climas y vegetación, así como su ubicación privilegiada, abrigan la fe de una región que no quiere pasar inadvertida entre las opciones turísticas de Venezuela. hombres y mujeres que son capaces de moldear el barro entre canto, sudor y esperanza.
Tan férrea es esa convicción como la creencia en las historias de la Conquista, en las leyendas de María Lionza, y en los
Entre cimarrones
Desde la montaña de El Tigre, en Las Cumaraguas -ubicada a 1.400 metros de altura y a 20 minutos de San Felipe-, es posible admirar en un día despejado una soberbia vista panorámica que abarca desde la zona de Morón, en el estado Carabobo, hasta Nirgua. El paseo se puede realizar a bordo de un vehículo rústico o a la manera de los más avezados ciclistas: puras piernas.
Pequeñas casas de bahareque delinean los campos de café y mora que ya se han hecho tan comunes como las anécdotas de los milagros que han sido concedidos, según cuenta la leyenda, por Juan Milla, conocido cimarrón de la época colonial, así como los relatos de aventuras -al estilo Robin Hood- de Faustino Parra.
"Cuando Juan Milla murió, la cantidad de ofrendas en la tumba que los mismos pobladores construyeron fue impresionante. Desde principios del siglo XX, sus acciones en Aroa y las minas de cobre han hecho que la gente de esta zona le tenga mucha fe", narra el profesor Luis Castillo, habitante de Las Cumaraguas y encargado de la nueva posada Los Balcones de Yaracuy, propiedad de la familia Von Fedak.
Y mientras los cultivos se desperezan en plena mañana, Herminio Antonio Ramírez pedalea sin que los 12 grados centígrados se conviertan en obstáculo. Además de entrenar para una competencia deportiva, asciende a la montaña con el propósito de pagarle una promesa a Milla. En su altar, alzado en Cocorote, el rumor de la leyenda es roto por la oración. Las paredes ahumadas encierran a un centenar de santos y las más variadas ofrendas.
"El difunto me reparó un trabajo en menos de 2 meses. Eso demuestra que no es puro cuento.
En esta zona puedes obtener testimonios de milagros de niños, jóvenes y adultos. La magia de esta montaña también ayuda", refiere Ramírez.
Huellas de arcilla
El aroma de un jardín mojado queda atrás para dar paso al influjo del barro y la arcilla en la llamada Ruta Artesanal del estado, integrada por cuatro aldeas ubicadas en el trayecto San Felipe-Yaritagua, cuya fama ha traspasado fronteras. Son ellas La Casona, José Antonio Páez, Camunare y Guama.
En Sabaneta de Guama, Dimas García es conocido como uno de los maestros en el arte de la cestería.
Sus manos lo confirman cuando teje con paciencia la caña brava que trae de la zona de Veroes.
Le han seguido 40 artesanos, quienes se encuentran agrupados en una asociación para dar a conocer sus piezas y obtener créditos.
En su casa se exhiben los diseños más variados, que van desde particulares portabebés y portacosméticos, hasta floristeros, paneros y lámparas. "Esto es lo que identifica nuestras raíces, y las nuevas generaciones serán las encargadas de que estas tradiciones duren. Trabajamos con pocos recursos, pero es grato saber que en cualquier rincón de Venezuela se encuentra una pieza de nosotros.
Lo que nos queda es confiar en nuestras habilidades", dice García.
Las paelleras, los botijones, las caraoteras y las tinajas se hallan a la vista del público en los porches de cada una de las casas y aceras de la población de Camunare. Sus habitantes decidieron vivir de las antiguas técnicas indígenas para moldear la arcilla, el barro y la arena extraídas de las minas de Los Chucos. En cada casa conviven por lo menos entre tres y cuatro artistas. No existe horno ni algo que se le parezca; las piezas se queman con leña y al aire libre.
Todas las creaciones requieren del rayo preciso de sol y del aire impoluto, tal como explica Julio López, Premio Iberoamericano de Artesanía 1998 y merecedor de otros cuantos galardones internacionales.
"Cada pieza sale de adentro, de ese mundo que ni uno mismo conoce. Yo he dado varios brinquitos para que la pelona no me lleve, pero estos materiales te dan vida y el hambre no llena los bolsillos", confiesa López, quien intenta esquivar cada pregunta.
Todo lo que María Teresa Peralta aprendió de su abuela, desde que tenía 12 años de edad, se puede conocer en 3 casas contiguas. Cada pliego en el rostro de la artesana delata el rigor de la sabiduría. Hoy, no escatima ante su prole -9 hijos- para perpetuar sus enseñanzas: "Se machacan la arena y la arcilla, se remojan y luego se cuelan para amasarlas como una arepa. Después se colocan las piezas en una cama de leña por una hora, dependiendo de cada una, y se enfrían al aire libre. En un día se puede hacer más de una docena. Hay que bregar mucho pero llega gente de todas partes para comprar nuestras creaciones".
Territorio jirahara
Ismael Hernández es uno de los nativos que no dejan de soñar y aspirar a que la población de Nirgua se posicione como un destino especial dentro del estado, y no sólo por sus naranjales, las ruinas de San Felipe, la Escuela de Parapentes de Los Pinos y la hacienda La Carolina.
A través de la Fundación Jiraharas -en la que ha colocado todas sus expectativas- han sido registrados más de 100 petroglifos en toda la zona, con 65 sitios reportados para su exploración. Además de ser el municipio más grande del estado, reviste gran importancia. Nirgua fue uno de los primeros poblados descubiertos por los españoles, quienes sostuvieron fuertes luchas contra los jiraharas para obtener estas tierras fecundas, ubicadas junto a las minas de oro.
"Tenemos 10 agrupaciones musicales
el asunto es describir los lugares donde en yaracuy se encuentran petroglifos que desde hace 7.000 años describen a marialionza...
veamos un abre boca
El Valle de las Damas cree en su tierra como en sus leyendas
Yaracuy muestra sus secretos
por Dayana Figarella, El Nacional C/4, septiembre 7, 2003
Del estado surgen el elixir de la caña de azúcar, las naranjas y el maíz, y con esa fertilidad convive un submundo que no sólo hace honor a la mística montaña de Sorte. Las aldeas artesanales, las historias de la conquista y los senderos de aventura de los parques nacionales dan fe de que los yaracuyanos no quieren alejarse de la agenda turística venezolana
La primera estampa se nutre de la silueta infinita de verdes montañas y extensos valles que exhiben una interesante policromía. En ese instante, el "cantaíto" del hablar yaracuyano -que no debe confundirse con el guaro para no herir susceptibilidades - comienza a hacer de las suyas, y más cuando se trata de desentrañar lo que el territorio atesora y aún es desconocido por el viajero que poco sabe de sorpresas en la zona Centrooccidental del país.
"¡Ah mundo, muchacho!" y "soco vos" son expresiones coloquiales que se enganchan fácilmente al vocabulario del foráneo apenas se pisa un pueblo yaracuyano. Los habitantes no olvidan las tradiciones de los antiguos pobladores indígenas.
Así, poco a poco, van surgiendo las voces de su historia. "La bendición natural nos viene desde tiempos ancestrales. La palabra 'yara yara' significa coger agua y 'cui cui' allá lejos (coger agua muy lejos). Para la etnia Guaraní, el vocablo tenía que ver con 'el agua que caía del cielo en forma desmesurada", cuenta risueña Mercedes Solom, quien tiene más de 20 años como guía en el Parque San Felipe El Fuerte.
Cuestiones epistemológicas o de tradición, siempre habrá también quien apele a los recuerdos para calificar a este estado por la usual hermosura de sus mujeres: lo que se conoce como el Valle de las Damas.
Y basta con adentrarse en alguno de sus 14 municipios para sentir el pulso de su gente y su afición por estrechar lazos con sus dioses verdes -como muchos llaman a su naturaleza- y con la fertilidad del suelo, del que nacen caña de azúcar, café, maíz y naranjas. La variedad de sus climas y vegetación, así como su ubicación privilegiada, abrigan la fe de una región que no quiere pasar inadvertida entre las opciones turísticas de Venezuela. hombres y mujeres que son capaces de moldear el barro entre canto, sudor y esperanza.
Tan férrea es esa convicción como la creencia en las historias de la Conquista, en las leyendas de María Lionza, y en los
Entre cimarrones
Desde la montaña de El Tigre, en Las Cumaraguas -ubicada a 1.400 metros de altura y a 20 minutos de San Felipe-, es posible admirar en un día despejado una soberbia vista panorámica que abarca desde la zona de Morón, en el estado Carabobo, hasta Nirgua. El paseo se puede realizar a bordo de un vehículo rústico o a la manera de los más avezados ciclistas: puras piernas.
Pequeñas casas de bahareque delinean los campos de café y mora que ya se han hecho tan comunes como las anécdotas de los milagros que han sido concedidos, según cuenta la leyenda, por Juan Milla, conocido cimarrón de la época colonial, así como los relatos de aventuras -al estilo Robin Hood- de Faustino Parra.
"Cuando Juan Milla murió, la cantidad de ofrendas en la tumba que los mismos pobladores construyeron fue impresionante. Desde principios del siglo XX, sus acciones en Aroa y las minas de cobre han hecho que la gente de esta zona le tenga mucha fe", narra el profesor Luis Castillo, habitante de Las Cumaraguas y encargado de la nueva posada Los Balcones de Yaracuy, propiedad de la familia Von Fedak.
Y mientras los cultivos se desperezan en plena mañana, Herminio Antonio Ramírez pedalea sin que los 12 grados centígrados se conviertan en obstáculo. Además de entrenar para una competencia deportiva, asciende a la montaña con el propósito de pagarle una promesa a Milla. En su altar, alzado en Cocorote, el rumor de la leyenda es roto por la oración. Las paredes ahumadas encierran a un centenar de santos y las más variadas ofrendas.
"El difunto me reparó un trabajo en menos de 2 meses. Eso demuestra que no es puro cuento.
En esta zona puedes obtener testimonios de milagros de niños, jóvenes y adultos. La magia de esta montaña también ayuda", refiere Ramírez.
Huellas de arcilla
El aroma de un jardín mojado queda atrás para dar paso al influjo del barro y la arcilla en la llamada Ruta Artesanal del estado, integrada por cuatro aldeas ubicadas en el trayecto San Felipe-Yaritagua, cuya fama ha traspasado fronteras. Son ellas La Casona, José Antonio Páez, Camunare y Guama.
En Sabaneta de Guama, Dimas García es conocido como uno de los maestros en el arte de la cestería.
Sus manos lo confirman cuando teje con paciencia la caña brava que trae de la zona de Veroes.
Le han seguido 40 artesanos, quienes se encuentran agrupados en una asociación para dar a conocer sus piezas y obtener créditos.
En su casa se exhiben los diseños más variados, que van desde particulares portabebés y portacosméticos, hasta floristeros, paneros y lámparas. "Esto es lo que identifica nuestras raíces, y las nuevas generaciones serán las encargadas de que estas tradiciones duren. Trabajamos con pocos recursos, pero es grato saber que en cualquier rincón de Venezuela se encuentra una pieza de nosotros.
Lo que nos queda es confiar en nuestras habilidades", dice García.
Las paelleras, los botijones, las caraoteras y las tinajas se hallan a la vista del público en los porches de cada una de las casas y aceras de la población de Camunare. Sus habitantes decidieron vivir de las antiguas técnicas indígenas para moldear la arcilla, el barro y la arena extraídas de las minas de Los Chucos. En cada casa conviven por lo menos entre tres y cuatro artistas. No existe horno ni algo que se le parezca; las piezas se queman con leña y al aire libre.
Todas las creaciones requieren del rayo preciso de sol y del aire impoluto, tal como explica Julio López, Premio Iberoamericano de Artesanía 1998 y merecedor de otros cuantos galardones internacionales.
"Cada pieza sale de adentro, de ese mundo que ni uno mismo conoce. Yo he dado varios brinquitos para que la pelona no me lleve, pero estos materiales te dan vida y el hambre no llena los bolsillos", confiesa López, quien intenta esquivar cada pregunta.
Todo lo que María Teresa Peralta aprendió de su abuela, desde que tenía 12 años de edad, se puede conocer en 3 casas contiguas. Cada pliego en el rostro de la artesana delata el rigor de la sabiduría. Hoy, no escatima ante su prole -9 hijos- para perpetuar sus enseñanzas: "Se machacan la arena y la arcilla, se remojan y luego se cuelan para amasarlas como una arepa. Después se colocan las piezas en una cama de leña por una hora, dependiendo de cada una, y se enfrían al aire libre. En un día se puede hacer más de una docena. Hay que bregar mucho pero llega gente de todas partes para comprar nuestras creaciones".
Territorio jirahara
Ismael Hernández es uno de los nativos que no dejan de soñar y aspirar a que la población de Nirgua se posicione como un destino especial dentro del estado, y no sólo por sus naranjales, las ruinas de San Felipe, la Escuela de Parapentes de Los Pinos y la hacienda La Carolina.
A través de la Fundación Jiraharas -en la que ha colocado todas sus expectativas- han sido registrados más de 100 petroglifos en toda la zona, con 65 sitios reportados para su exploración. Además de ser el municipio más grande del estado, reviste gran importancia. Nirgua fue uno de los primeros poblados descubiertos por los españoles, quienes sostuvieron fuertes luchas contra los jiraharas para obtener estas tierras fecundas, ubicadas junto a las minas de oro.
"Tenemos 10 agrupaciones musicales