Los árboles tenían que hacer ebo porque se avecinaba una catástrofe. Mucho de ellos, los más grandes, se creían poderosos por su corpulencia y fortaleza, así que no siguieron el consejo. Su orgullo y soberbia los hacía sentirse omnipotentes y pensaban que nada ni nadie los podía dañar. Los demás árboles sí hicieron el ebo, y se les recomendó que se doblegaran bajando la cabeza. En eso llegó Oya al lugar en forma de tormenta, arrasando todo lo que había a su paso. Los árboles grandes lucharon para soportar la tremenda fuerza de los vientos pero fueron finalmente arrancados de raíz, sólo los árboles que hicieron el ebo se salvaron porque se inclinaron mostrando humildad. ■
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