Cuando Olódùmarè comenzó el proceso de creación de la Tierra, todo estaba sumido en la nada. En ese tiempo le fue entregado el mando del mundo a Òyèkú, por ser este el mayor de los 16 reyes de Ifá en ese momento. Durante el reinado de Òyèkú imperaba la presencia del silencio y la oscuridad, y sólo deambulaban por el mundo: Ikú, cierto tipo de espíritus y los ajogun.
Al pasar el tiempo, la Tierra se cansó de no evolucionar debido a la presencia de la nada y de esos espíritus que no avanzaban y decidió hacer ebo, con lo cual logró que Olórun la escuchara y la acercara al sol. Esto trajo como consecuencia que apareciera por primera vez sobre el planeta la luz solar, con lo cual llegó Éjìogbè, quien representaba la claridad y la luz, todo lo contrario a Òyèkú. De esta forma Òyèkú fue destronado por Éjìogbè quien se convirtió en el primero de los reyes de Ifá, pasando Òyèkú a ser el segundo.
Tal fue la soberbia de Òyèkú que se dirigió al castillo de Olórun para quejarse por lo sucedido e informarle que Éjìogbè creaba vida pero también la destruía rápidamente debido a que el sol calentaba constantemente y quemaba todo lo existente, además de secar mares y ríos. Al darse cuenta de esto, y meditando sobre una solución para que acabara la disputa entre los dos reyes, Olórun proclamó que Éjìogbè reinaría por un lapso de tiempo y Òyèkú reinaría seguidamente por un lapso equivalente, naciendo así el día y la noche. ■