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Cierta vez había 2 amigos muy unidos, Oníke (dueño de una pulsera) y Olóbi (dueño de una nuez de kolá). Oníke tenía una hija àbíkú, aquellos niños que mueren para renacer, una y otra vez. Estos niños presentan en su piel unas especies de marcas en forma de quemaduras para distinguirse, y la comunidad a la que pertenecía Oníke supo que su hija era àbíkú debido a que ella mostró ese tipo de marcas al nacer.
Debido a la amistad que ambos tenían, Olóbi ofreció ayuda a su amigo Oníke para evitar que su hija siguiera muriendo, por lo cual ofreció una potente pulsera mágica que tenía, para que ella la usara y así no muriera prematuramente. Luego de explicar las virtudes de la pulsera, Olóbi le dio la prenda a Oníke, este se lo puso a la hija y ella vivió una larga temporada, más del tiempo que había vivido en otras oportunidades, comprobando así la eficacia de la pulsera.
Al mismo tiempo que esto ocurría, Olóbi plantó una nuez de kolá (obì àbàtà). Para prevenir que la planta fuera destruida por las enfermedades, Olóbi le preguntó a Oníke si podía usar un recipiente de arcilla que este tenía en su propiedad, para que sirviera a la planta de protección, ante lo cual este accedió debido a que se sentía obligado a ayudar a Olóbi.
Pronto, la obì abata sembrada produjo un árbol maduro con muchos frutos que fueron vendidos por Olóbi. Esto hizo que Oníke sintiera celos de la prosperidad de Olóbi, así que comenzó a consumar un complot para destruir financieramente a su amigo. Entonces se le ocurrió que podría lograrlo pidiéndole a Olóbi que le devolviera el recipiente de arcilla, exactamente el mismo que le había dado con anterioridad, y así lo hizo, se lo pidió de inmediato. Olóbi explicó a Oníke que no podía devolverle el mismo recipiente porque ya su árbol de obì àbàtà había crecido, y la única manera de hacerlo sería cortándolo. Olóbi imploró y ofreció a Oníke una generosa suma de dinero para continuar usando el recipiente, pero este rehusó la oferta e insistió en que se lo devolviera.
La disputa fue llevada ante el Rey, y aún frente a este, Oníke insistió en su derecho sobre la propiedad del recipiente, por lo cual el Rey ordenó cortar el árbol de obì àbàtà y que le devolvieran el recipiente de arcilla a Oníke. Dicha orden fue llevada a cabo al momento.
Entonces vino el turno de Olóbi, quien le pidió a Oníke que le devolviera la pulsera que le había dado para que la usara su hija. Para ese momento, la hija de Oníke había crecido y la pulsera estaba ajustada en su muñeca. Ya todos sabían que al remover la pulsera inmediatamente la muerte vendría por la niña, por lo que le tocó el turno a Oníke pedir misericordia. Olóbi también rehusó acceder a cambiar su decisión, tal como anteriormente lo había hecho Oníke. Entonces el Rey ordenó que fuera cortada la mano de la hija de Oníke y fuera removida la pulsera. Esto fue una catástrofe, no sólo para Oníke, sino para su hija que murió al instante. ■
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